martes, 21 de diciembre de 2010

Existencia 2: Subsistir



Hace aproximadamente quince años el mundo como era conocido se acabo.
Una guerra entre criaturas celestiales y bestias de las profundidades del infierno saco a la humanidad de raíz, quedando solo unos cuantos seres humanos poblando la tierra. La guerra comenzó gracias a la unión de un ángel y un demonio, la cual creo a un ser hibrido de un poder inimaginable. Pero un día, este ser desapareció sin dejar rastro.
En un mundo postapocaliptico, los pocos sobrevivientes se dividen en dos grupos: los humanos y criaturas diabólicas. Los humanos somos obligados a huir y buscar refugio mientras estos seres se adueñan del mundo.
Yo solo soy una sobreviviente más. Nacida en un planeta casi desierto sin nombre ni apellido, con un solo destino: subsistir.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Ginebra


Este es la historia que escribió Ginebra para el concurso que fue cancelado :(
Dije que lo subiria y aqui esta... y debo agregar que la foto nose si este 100% correcta y se supone que devería ser una mujer...

Oh, mierda. Con tanta gente es imposible… Y qué asco de iluminación… ¿Dónde estás?
¡Ah! Ahí…
Justo después de haber atravesado toda la masa de gente sudorosa, de haberme resbalado a mitad de camino con un charco (¿de bebida? ¿Vómito? No lo quiero saber…), y de haber recibido unos cuantos empujones y pisotones (qué antro…), te he encontrado. Sí, sí, a ti. Ahí estás, sentada sola en una mesa al fondo. El caos del bar te rodea, pero parece que no te enteres. Estás absorta en tus pensamientos. Me encantaría saber lo que pasa por tu mente en estos momentos… Tienes la barbilla apoyada en el puño derecho, el codo sobre la mesa y tu brazo izquierdo extendido sobre ella. Hay un vaso alargado entre tus manos, y está lleno hasta la mitad de refresco, o, al menos, eso parece. Paseas el dedo índice por la superficie empañada del cristal del recipiente, haciendo garabatos distraídamente mientras mantienes fija la vista en ninguna parte...
Qué guapa eres. Te observo desde la barra del bar, detrás de la cual te vi por primera vez. Tu imagen se me quedó grabada al instante. Esa melena negra, esos ojos verdes,…
Desde entonces, siempre acabo en este lugar. Porque siempre estás aquí. Ocupo mi sitio habitual sobre “mi” taburete, y espero.
No han pasado ni dos minutos y la chica que hasta hace un momento estaba echando cañas sale de detrás de la barra y se acerca a ti. Leo en sus labios la frase “Te toca”, y veo cómo sales de tu ensoñación para devolverle la mirada, levantarte, coger tu vaso, todavía lleno y cruzar esa puerta que sólo pueden atravesar los empleados.
Sales a los cinco minutos. El vaso ya no está en tu mano, y tus vaqueros y tu camiseta han desaparecido. En su lugar llevas el mismo “uniforme” que tu compañera anterior: un top con mucho escote y bastante ceñido, unas botas negras de cuero, altas y con tacón de aguja y una minifalda, que más bien parece un cinturón ancho. Te has soltado la coleta, y tu pelo cae en cascada alrededor de tu cara, por los hombros y por la espalda. Tu maquillaje ahora remarca tus ojos y tus labios, y no consigue ocultar tu interior. Nadie se había fijado en ti hace diez minutos, pero ahora todos los hombres del local que se han dado cuenta de tu presencia te miran descaradamente y sin intención de ocultarlo. Reconozco que, al principio, yo era uno de esos. “Al fin y al cabo, para eso están aquí, ¿no? Para alegrarnos la vista” pensaba… Hasta que te miré a los ojos. Fue como ver la luz. Ya no eras “la tía buena que sirve cañas”, sino “la chica que se está ahogando por dentro”.
Atraviesas la distancia que hay entre donde te encuentras y la barra, no sin esfuerzo. Más de un imbécil te da palmadas en el culo o se te acerca demasiado. La sangre me empieza a hervir en las venas, y justo cuando estoy a punto de coger el taburete y abrirle la cabeza a todos y cada uno de los desgraciados que se han atrevido a tocarte, mi conciencia me frena: “No, no puedes hacerlo. No te puedes permitir montar ningún número. Recuerda… ¿de verdad quieres volver a la cárcel?”. Así que cuento hasta 50 con los ojos cerrados mientras intento que mi respiración vuelva a ser regular. Cuando abro los ojos, veo que el tipo que tengo sentado al lado me está mirando. Avergonzado, desvía rápidamente la vista cuando se da cuenta de que lo he pillado taladrándome con la mirada. No puedo evitar sonreír.
-Eh, tranquilo. ¡No suelo morder sin motivo!
El tipo me ignora; está cagado. Por favor… ¿Tan malas pintas llevo? Repaso mi aspecto mentalmente: tipo de 23 años, vaqueros desgastados y rotos por algún que otro lado, con una cadena colgando en el lado izquierdo y un paquete de tabaco asomando; una camiseta sin mangas negra, unas zapatillas de deporte  (bastante destrozadas ya) y el pelo rapado. Ya me empieza a crecer, por cierto. Tengo montones de tatuajes cubriendo mis brazos y parte de mi cuello, y un piercing en la ceja.
Después de pensarlo, y, teniendo en cuenta que el tipo este tendrá unos veinte años más que yo y que viste bastante mejor, puedo imaginarme qué problema tiene mi apariencia que pueda asustar a este hombre. En fin… Nada que no supiera.
Veo que también los guarros que se han atrevido a tratarte como un trozo de carne me miran de vez en cuando, midiéndome. Asquerosos… Si más de uno podrían ser tu padre… Desvío la vista de ellos; el pulso se me está volviendo a acelerar.
-¿Quieres algo?
Tu voz… Es la primera vez que la oigo. No te he visto acercarte, pero sé que esa voz es tuya. Lo sé porque arrastra el dolor que tus ojos muestran. Los miro y me pierdo en ellos. Pero solo por un momento.
-Una caña.
Te alejas hacia la estantería donde están las jarras de cerveza. Eres tan bella…
El hombre que está a mi lado, ese estirado que no deja de mirarme de reojo en cuando se cree que ya me he olvidado de que sigue ahí, también se ha fijado en ti. Es más, te mira el culo descaradamente, como si no hubiese mañana. Uy…
Ahora que está de espaldas a mí, me acerco despacio, y le susurro al oído:
-Recuerdas que he dicho que no muerdo, a menos que tenga motivos, ¿verdad? Bueno, pues ya me estás dando unos cuantos…
La verdad es que no pretendía decirlo en un tono demasiado amenazador, pero si las palabras matasen…
El muy idiota da un respingo sobre el taburete y se queda más tieso que un palo. Centra su atención en el bol de cacahuetes que hay enfrente suyo, como si no hubiese nada más a su alrededor. “Así me gusta; buen chico”.
Ya vuelves con lo que te he pedido. El pulso se me acelera, pero esta vez no es por querer darle a nadie su merecido…
-Aquí tienes.
-Gracias –digo lentamente mientras agarro la jarra de manera que mi mano entre en contacto con la tuya. Eso te sorprende. Por un momento, sales de ese pozo negro en el que pareces encontrarte, me miras a los ojos… y sonríes. Y, con sólo una sonrisa, mi cabeza consigues volver loca.
-De nada… -dices mientras te vuelves a hundir en la oscuridad y te alejas a servir a otras personas.
-¡Espera! –Grito. Más de uno se ha girado a mirarme, pero tú también lo has hecho, y eso es lo que cuenta. Te vuelves a acercar para poder oír lo que te voy a decir. –¿Podrías quedarte un momento?
Veo en tu expresión que no estás muy segura de qué hacer.
-Eh… Tengo trabajo.
-Puedo esperar a que tu turno acabe –digo precipitadamente antes de que te alejes demasiado. Te paras, te giras y me miras, pero no me responde y te alejas.

Después de tres horas y media sigo aquí, pero esta vez estoy sentado en la mesa que antes tú has dejado vacía, en esa en la que esperabas a que tu turno llegase. El bar está ya casi vacío; es muy tarde. Y dudo que los pocos que quedan sean capaces ni siquiera de volver a casa por ellos mismos. Sales de la sala de empleados, esta vez desmaquillada y vestida con tu ropa. Me ves y te sorprendes de que esté aquí aún. Yo no te digo nada, simplemente te miro y te sonrío y deseo en silencio que te acerques. Lo piensas durante unos segundos, y acabas acercándote tímidamente.
-Vaya… No creía que fueses a esperar de verdad –dices nerviosamente mientras, despacio, te sientas en frente mío.
-Bueno, te dije que lo haría –y sonrío al terminar mi respuesta.
-¿Qué quieres? –me preguntas con desgana, mientras te miras las manos.
Podría haberte contestado muchas cosas: “Tu teléfono”, “Saber tu nombre”, “Una cita”,… Pero no.
-Saber qué te pasa. Qué es eso que te atormenta. Y saber por qué te guardas en el alma, bajo llave, lo que sientes.
Me esperaba muchas reacciones: que te ofendiese la pregunta y te marchases sin más, que me dieses una bofetada, que te echases a llorar,… Pero jamás me habría imaginado tu respuesta:
-Me imaginaba que era algo así.
Te quedas en silencio por un momento, dejas de mirarte las manos para mirarme a los ojos. Y, aunque tu pesar no desaparece, me regalas otra sonrisa.
-Dicen que con quien más te sinceras es con alguien que no conoces. Y, bueno… Supongo que necesito hablarlo con alguien…
Te miro atento. Dejas la frase inacabada, apartas la vista hacia otro lado, aprietas las manos y te muerdes el labio inferior. Creo que estás reprimiendo las ganas de llorar.
-Digamos que… -continúas con voz temblorosa.- Yo pensaba que la luna estaría llena para siempre. Sí… supongo que es una frase muy poética, pero tú acabas de decir una similar, y, además, creo que es la descripción que más se acerca a lo que yo sentía. Y creía. -Te secas las primeras lágrimas que resbalan por tu cara.- Era feliz, pero, de pronto, vi cómo todo se desvanecía… Lo peor para mí es no haber sido capaz de parar el tiempo… y… Y luego acabé aquí…
Te pones a llorar. Al principio dudo, pero finalmente me levanto de mi silla, la cojo y la coloco a tu lado, para poder abrazarte. No me rechazas. Y, aunque la verdad es que no me he enterado muy bien de lo que me acabas de contar, sé que necesitas consuelo.
Pasados un par de minutos, dejas de llorar, te limpias la cara y ríes tímidamente.
-Me gustan tus tatuajes… -me dices.
No puedo evitar sonrojarme, aunque creo que no te das cuenta. Todo me da vueltas en la cabeza: que la noche haya acabado así, que haya podido acercarme tanto a ti, que me estés confiando tus sentimientos, que no me juzgues por mi aspecto,…
-Ah… ¿En serio? Creo que eres la primera persona que me lo dice. La primera que no saca conclusiones de mí nada más verme.
-¿A qué te refieres? –Tu voz ya no tiembla. Me pienso la respuesta. Al final, soy yo el que se está sincerando. Qué ironía, ¿no?
-No es que mi aspecto tenga mucho éxito... Y tampoco es que me moleste en desmentir la imagen que la gente tiene de mí… Pero tampoco van muy desencaminados. ¿Sabes? Estuve en la cárcel. Hace un par de años. Resulta que un “amigo” andaba metido en un porrón de líos con la poli, las drogas, el contrabando,… Yo no le delaté nunca. Y él me lo agradeció cargándome el marrón a mí, diciendo que yo era el culpable de todo y que él solo se había limitado a no traicionar a un amigo. Maldito cabrón… Consiguió manipular las pruebas, y mientras yo me pasaba una buena temporadita en la cárcel, él estuvo unos dos meses, por cómplice. Lo soltaron en seguida.
>Lo mejor de todo es que él siempre vestía de punta en blanco. Y nadie dudó de su testimonio en cuanto me vieron a mí.
Por un momento, el silencio inunda el bar.
-Te creo… Desde el primer día que te vi por aquí supe que eras un tío legal.
No puedo creer tu respuesta. Disimulo mi asombro.
-Así que me has visto todos estos días buscando tu mirada entre los ojos de la gente, ¿no es así?
Me miras, y, otra vez, con sólo una sonrisa, mi cabeza vuelves loca.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Rechazo


No supo como pero, en un abrir y cerrar de ojos, estaba a su lado deteniendo la puerta para que ella no se fuera.
-¿Adonde vas?
Ella se limitó a observarlo y entró, sin mostrar expresión alguna.
-Tienes razón al estar molesta, pero antes tienes que saber que no lo hice con la intención de asustarte, es mas seguro si no estamos ahí.
-Ustedes no dan explicaciones- habló con la serenidad que representaba a los ángeles en general- no necesitas dármelas.
Sintió que algo imaginario se rompía en su interior al ver que Darren también tomaba su papel muy a pecho en ese momento.
-Entonces sigamos con lo del gato y el ratón, princesa, y hagamos como que todo esto no pasó- dijo con el ceño fruncido y una sonrisa maliciosa pintada en su rostro perfecto.
<<¿Qué nunca había pasado?- pensó asustada- Pero si que pasó, y no me arrepiento>>
-Nos veremos- dijo al fin y volvió a salir.
Ángela calló de rodillas y otra vez sollozo sin lágrimas. Le había rechazado por el hecho de que él lo había hecho primero. Se sintió horrible, capaz de volver al cielo a sufrir en silencio con una mascara de falsa esperanza y felicidad, pero no, no volvería a ese lugar a menos que cumpliera con su misión.
Su misión.
¿Cómo iba a cumplirla si no se atrevía a hacerle daño a él y no permitiría que otros lo hicieran? Era imposible que ella llegara a ser su verdugo después de lo vivido en la habitación contigua.
Se sintió torpe y sola, muy sola.
¿Qué pasaba si la obligaban a volver por ser inútil ante su misión? ¿Volvería a verlo? ¿Volvería a la isla? Ante estas preguntas se asustó mucho, no quería separarse de Darren por razones que ella no comprendía.
¿Se estaría enamorando?

Corría descalzo por los senderos de un bosque apenas iluminado por la luz del amanecer.
La había dejado sola y, al parecer, confundida, con miedo ¿Cómo había sido tan… demonio? Quiso quitarse las alas negras como la noche de un tirón y volver corriendo a los brazos de Ángela. Abrazarla e inspirar su aroma hasta que pasaran los años, las décadas, los siglos, los milenios.
Pero había sido tan torpe. Todo un demonio predecible.
¿Y si su instinto le advertía algo? Ella no era un ángel normal después de todo. Quería volver a ser humana pero a la vez no quería perder sus alas, tal vez eso la hacía especial y lo especial siempre le había gustado.
Se detuvo y se sentó en una piedra cerca de la casa de Matt.
Quizás él fuera mejor para cuidarla, para quedarse a su lado aunque ella lo echara, aunque lo tratara mal. ¿Los ángeles hacían eso? No. Ahora el hecho de que ella tuviera cualidades humanas le daba otra razón para que fuera especial y para que él se sintiera más atraído.
Vio como Matt aparecía con ropa de gimnasia y salía a trotar a las 7 de la mañana, seguramente tendría que trabajar en una o dos horas más. Estaba más que claro que Darren no trabajaba hace un tiempo ya que robaba si necesitaba y necesitaba poco porque estaba muerto.
Se movió sigiloso como un puma hasta llegar a la casa y entro por la puerta principal usando la llave que estaba escondida bajo el tapete.

Llevaba trotando unos minutos cuando se dio cuenta de que se había olvidado de su botella de agua. No era algo tan importante pero no quería pasar sed. Se dio media vuelta y camino calmadamente el camino que lo llevaría a su casa.
Cuando llegó, descubrió la puerta abierta y ruidos procedentes de la sala. Fue en puntitas y se asomó con cuidado para encontrar a Darren mirando una foto en la pared.
-¿Qué diablos haces aquí?- preguntó molesto.
-Vine a hablar contigo- dijo Darren sin apartar sus ojos de la foto- Como no estabas entre usando la llave que guardas debajo del tapete.
-¿Desde cuándo eres tan honesto?
Él lo miró con su típica sonrisa burlona y se acercó a él.
-Desde que tengo que hablar de algo serio- dijo por fin.
-Te escucho.
-Es sobre Ángela.
Matt se quedó mudo ¿Sobre Ángela? Estaba de más decir que él no sospechaba lo de la noche anterior ni nada sobre el tema que iban a hablar.
Darren se sentó en un sofá cercano.
-¿De qué tema en especial?
-¿Te digo algo? No sé cómo empezar- suspiró y se sentó-Los vi la otra vez en la playa, se nota que ella te gusta.
-Me atrae si… Que va, no debería estar hablando sobre esto con el casa novas del pueblo- dijo molesto.
-Esto va más allá de si las tengo a todas detrás de mí o no, esto trata sobre la chica que nos interesa así que escucha- le regaño- Conmigo no estaría segura en ningún momento asique, Matt, debes protegerla a toda costa.
-¿A qué te refieres?
-A que, en palabras vulgares,- puso sus pies sobre los brazos del sillón- es toda tuya.
-Te toca escuchar a ti ahora. Primero, no soy el segundo plato de nadie. Segundo, ella no es un objeto y no puedes tomar sus decisiones, lo que me lleva al número tres: ¡sal de mi casa!
-Bien, bien. Pero no me digas que no te lo advertí. No aceptaste mi propuesta, acepta las consecuencias- dijo y salió, dejando a Matt rojo de furia y sin ganas de salir a trotar.

¿Por qué diablos había empezado así la conversación? Tal vez un poco más de tacto y el hubiera aceptado el trato, pero él tenía razon al decir que ella no era un objeto.
Se sintió tan miserable camino al claro.

Pasar sola tanto tiempo no le ayudaba en nada. Sentía los momentos de Darren demasiado recientes, como si acabaran de pasar hace 2 segundos no hace horas, por lo que no podía dejar de pensar en él.
Las ideas para mantener la mente ocupada se le habían agotado hace un rato, por lo que ahora miraba hacia la televisión apagada, sin muchos ánimos después de esa despedida.
Se levantó y abrió las cortinas de la sala para mirar hacia fuera. Los niños comenzaban a aparecer para ir a jugar a los charcos de agua junto a sus padres o sus niñeras.
Suspiró deprimida ya que supuso que vendría otra formante.

Darren miró hacia arriba y se dio cuenta de que volvería a llover muy pronto.
Se sentó sin tomar en cuenta la humedad del pasto y se puso a silbar inconcientemente. Necesitaba volver a ser el mismo de antes, cuando aún no había conocida a Ángela, cuando todo el mundo le parecía un grano de arena más, es decir, algo muy insignificante.
Aún estaba en su memoria cuando había llegado.
Un extraño, un desconocido… un demonio.
Recordó como había sido su primer encuentro con los humanos de la isla, todos lo miraban con admiración, con celos o simplemente con deseo. Recordaba haberse reído en más de una ocasión cuando veía en los espejos laterales de los autos como las chicas se volteaban a mirarlo.
Entonces el momento feliz que había logrado construir se desvaneció con la llegada de Eric.
-Debí haberlo visto venir- susurró para sí mismo.
-¡Darren! Tenemos que hablar sobre algo importante.
-Depende de tu concepto de algo importante- dijo molesto mientras se levantaba- ¿De que se trata?
-Lo mejor es que te vallas de este pueblo y vengas conmigo a una ciudad más grande imagina todo lo que podremos encontrar allí- dijo abriendo los brazos y girando.
-¿Y a que se viene tu propuesta tan directa y anormal?
-¿No puedo pasar tiempo de caridad con mi hijo?
-No es una mala idea- dijo pensando en Ángela- pero tendré que pensarlo muy bien, no me agrada la idea de pasar tiempo contigo.
-Como tú digas, solo venía a decirte eso porque ahora tengo que ir a visitar a alguien importante, no quiero hacerla esperar.
Darren frunció el ceño, no esperaba que eso fuera algo bueno así que lo comenzó a seguir lentamente, o hasta que supiera a donde se dirigía.
Giraron por diversos caminos impidiendo que Darren viera a donde se dirigía, pero nunca le perdió el rastro, su energía era muy fuerte como para no detectarla.
De pronto se detuvo, seguramente Eric había llegado a su destino. Avanzo unos pasos más para salir del bosque y se lo encontró escalando el edificio de Ángela como una araña.
Salió completamente del bosque, pero lo detuvieron antes de que llegara.

Ángela estaba asustada, no sabía cuales eran las intenciones de Eric, pero si sabia que eran malas.
Retrocedió hasta sentir la muralla en su espalda. Estuvo a punto de temblar, pero se contuvo con todas sus fuerzas.
-Ángela, Ángela, me encantaría no haber tenido que llegar a esto, pero no haces bien tu trabajo.
-¿Esa es tu excusa?- logro decir- ¿O tienes otras razones más personales?
-Tienes razón, pero me encanta mentir- esbozo una sonrisa burlona- Te diré la verdad, me preocupa que Darren este dejando su naturaleza de lado.
-¿A que te refieres?
-¿Eres tan ciega? ¿No es algo obvio? Tú estas haciendo que cambie, nunca había visto algo así, no desde…
-¿Desde cuando?
Eric sacudió con fuerza la cabeza deteniéndose a un metro de Ángela.
-Dejemos el parloteo, tengo otros asuntos después de esto- susurró acercándose.

-Detente- dijo una voz ronca a su espalda- ¿Qué haces a esta hora?
-Señor- dijo con respecto- aun es temprano.
-Si, pero se avecina una tormenta.
Darren se dio media vuelta y casi se quedo con la boca abierta, a unos metros se encontraba Robert, su eterno enemigo y a la vez mejor amigo.
-¿Qué diablos haces aquí?
-Tenme más respeto jovencito- rió- Eric me envió a impedir que hagas una estupidez, como impedir que te haga un favor.
-¿A que diablos te refieres?
-Creo que he hablado demasiado- dijo mirando los departamentos- ¿Dime que vas a hacer?
-Creo que las opciones son limitadas- dijo entrecerrando los ojos y tomando posición de salto.
Robert lo imitó y salto en seguida.
Ambos se metieron al bosque entre empujones y puñetazos mientras Ángela esquivaba a Eric y saltaba por el balcón. Cayó con un ruido fuerte y corrió hacia el camino donde habían estado Darren y Robert hace cinco segundos.
La tormenta comenzó.
Ángela no se detenía por nada, pero sabía que Eric terminaría alcanzándola ya que corría mucho más rápido.
-No corras, princesita- le susurró al oído provocando su caída.
Ángela intento incorporarse para seguir corriendo, pero Eric la tomó por los hombros y la levanto hasta un árbol.
-No tiene caso, tu muerte va a ser tan lamentada- dijo con un puchero para luego soltar una carcajada- y tan lenta.
Ángela intento patearlo, pero los golpes eran como los de un bebe para él. Los ángeles eran más hábiles, pero los demonios mucho más fuertes.
Un par de kilómetros más allá se producía una danza mortífera en la que si uno de los participantes se equivocaba podía moría. Darren no lograba alcanzar el cuello de su contrincante para lanzarlo al suelo y sabía que Ángela tenía los minutos contados, que llevaba un reloj de arena que no se detenía por nada en el mundo.
Finalmente logro hacer tropezar a Robert.
-Aún no quiero acabar con tu vida, amigo- dijo apoyando su pie en el pecho del derrotado- Tienes suerte que no tenga tiempo.
Se dio media vuelta y corrió lo más rápido que podía, batiendo su propio record recordando la sonrisa del ángel que había hecho que su mundo se pusiera patas para arriba. El cabello le goteaba y la ropa se le pegaba al cuerpo, pero ni lo notaba, sentía que una pequeña energía cada vez se debilitaba más.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Concurso Cancelado


Lamento que tengo que cancelar el concurso ya que tengo muchas cosas que hacer y voy a estar mucho más ocupada para la fecha (apenas voy a poder subir capítulos :B)
Pero voy a subir tu historia Ginebra, te lo prometo ;) Pero por ahora les dejare el nuevo capítulo de Existencia y la promesa de que el próximo va a estar pronto ya que estoy inspirada.

viernes, 22 de octubre de 2010

¡Por fin!

Acabábamos de subir el primer capítulo de Solsticio de Invierno arreglado y algo mejorado, lo que nos dice que el blog está activo.
Faltan arreglos pero solo son detalles y lamentablemente los capítulos se van a demorar en aparecer pero intentaremos areglar ese problema, pero es difícil escribir un libro de a dos cuando estan el colegio y otras cosas.
Solo pasen por el blog y denme su opinión ;)
Besos

miércoles, 20 de octubre de 2010

Capitulo 13


Este es el último capítulo de la primera parte de Ocaso. Es un poco más corto que la mayoría, pero viene con un pequeño adelanto de la segunda parte para los que creen que está historia va a tratar de zombis ;)

Tomé los papeles de mi madre con decisión, no valía la pena esperar más tiempo. Los estiré sobre el escritorio e inspiré varias veces antes de comenzar a leer.
“Domingo 22 de Agosto.
No ha habido nuevas noticias sobre los experimentos, al menos no peligrosas. El sujeto A-13 no muestra indicios de juventud, pero no perdemos la esperanza.
Esperamos que con los cambios realizados a la vacuna no vuelva a ocurrir lo que le paso al sujeto A-2. Nunca olvidare aquella masacre, sigo sin creer que esas criaturas puedan existir y que yo allá visto a una intentando morderme. Al parecer, A-2 murió de algo parecido al cáncer y luego sus células fueron reanimadas con los efectos de la vacuna.
La cura para el envejecimiento sigue siendo un mito, pero estoy segura que lo lograremos.
Mary Wolper”
Aún no lo asimilaba, pero estaba claro que en estas hojas hablaban sobre las cosas que hacían en este lugar.
Tomé asiento y pase la pagina.
“Martes 24 de Agosto.
Anoche fui a ver al sujeto A-2, sigue siendo un caníbal, algo no humano en su totalidad. Stephenie me ha pedido ver en lo que estoy trabajando y Peter la a apoyado ¿Cómo pensaba que estar con mi hija aquí iba a ser una buena idea? Pero no tengo donde llevarla ya que Susan trabaja aún conmigo en las instalaciones. No se de que ayudara esto, pero Loren me dijo que anotara todo así que aquí voy: sospecho que ahí algo más que amistad entre ella y Peter, pero ¿Cómo podría sospechar eso de una niña que esta por cumplir los 10 años? Me estoy poniendo paranoica.”
Reí por lo bajo mientras lagrimas silenciosas acariciaban mis mejillas.
“Continuando con lo de los experimentos, los sujetos de 16 años para arriba no se debilitan tan rápido, pero los menores de 16 se mueren o se enferman cinco horas después de la inyección. Loren me ha dicho que su hijo, Edmund, lograra con éxito crear la cura del envejecimiento cuando tenga la edad y los conocimientos (aunque ya tiene la edad, según mi criterio) Mañana le haré las pruebas de ingreso y firmar el pacto de confidencialidad.
Mary Wolper”
Me quede quieta como una roca ¿Mi madre lo había dejado entrar? Cerré los puños con fuerza y estuve a punto de tirar todo al suelo, pero no era hora de ponerse a pensar en Edmund. La vacuna que producían en este lugar era probada en internos, los cuales se convertían en zombis después de unas horas ¿Esto era cierto? ¿Desde cuando mi vida se estaba convirtiendo en una película de terror? ¿Desde cuando los zombis existían? ¿Existían o era una clave secreta de ella para referirse a algo “misterioso”?
Me levanté sin pensarlo dos veces y di vueltas por mi habitación como una loco pensando que debía hacer a continuación. Seguramente la opción más inteligente era contarles todo a mis amigos o solo a Peter y dejar que ellos decidieran que hacer o quedarme completamente callada y solo discutirlo con la doctora Lena. Pero solo una cosa estaba clara: debíamos salir de aquí cuanto antes.

-Es una broma ¿o no?- preguntó Ryan secándose las palmas sudadas de sus manos en su pantalón.
-No soy tan estupida- argumente- Además, tengo pruebas en esta especie de diario- mostré el montón de hojas y todos se quedaron embobados mirándolo- pero también está la posibilidad de que se un código.
-Stephenie, eso podría explicar las desapariciones de muchos - concluyó Peter.
-Pero eso es imposible- miré a Ryan.
-Todo es posible con la ciencia- miré a Peter.
-Eso no es cierto- Ryan.
Peter.
Ryan.
Peter.
-¡Basta!- gritó April.
Suspiré aliviada y me dejé caer sobre una silla, había hecho la peor elección de mi vida al no haber ido con la doctora.
-Si esto es cierto, deberíamos encontrar una manera de escapar- murmuró Richard pensativo mientras abrazaba por la cintura a Elisa.
-¿Pero como lo haremos?- dijo Dan.
¿Peter, Ryan y Dan en la misma habitación, bueno, en el comedor? ¿Por qué diablos me alteraba eso? Por Ryan y Peter era razonable ¿pero por Dan? ¡El no era nada mío! Con suerte un amigo que me había ayudado en una que otra cosa.
Valla, generalmente, cuando estoy nerviosa, juego con el botoncito superior de un lápiz, pero ahora no tenía un lápiz así.
-Dan tiene razón, no ahí manera de escapar de aquí y seguramente Edmund ya nos oyó.
-Tranquilízate Richard- dije en un susurró.
Esto estaba complicándose, pero algo en mi interior, la misma voz que me venía hablando desde hace mucho, me dijo que debía ser yo quien nos o los sacara de aquí, pero no tenía ni una sola id… <<.!Lo tengo!.>>
Miré las cámaras con desconfianza y me aclaré la garganta antes de hablar.
-Tengo una idea, pero no estoy segura si debería decírselas- apunté la cámara- ¿El entiende?- Peter negó con la cabeza- ¿Puedes decirles que nos veremos en mi habitación a las ocho y media?
-Seguro- tomo un papel de su bolsillo y garabateo un par de palabras y números.
Me levanté, me despedí con un gesto ausente y me retire sin pronunciar palabra o hacer ruido.
-¡Stephenie!
Me di media vuelta y sentí los brazos de Peter a mí alrededor con fuerza.
-Dime que no vas a hacer algo estupido- suplico- prométemelo.
-Perdóname, pero no puedo- me separé y la depresión de mi elección me golpeo con fuerza.
Corrí lo más rápido que pude, por lo que estuve a punto de tropezarme un par de veces.
-¡Stephenie!- le oí gritar, pero no me di la vuelta por el bien de ambos.
Me escondí entre el armario y el escritorio, abrazando mis piernas con fuerza temblando de pies a cabeza, pero era la mejor idea que podíamos tener, era eso o morir aquí.
Tenía planeado engañar a Edmund diciéndole que había terminado con Peter o algo por el estilo (ya se me ocurriría algo inteligente que decirle) y dejar que ellos escaparan mientras lo engañaba, aunque eso implicara no volver a verlos.
Solté un sollozo tras otro ¿Por qué tenía que dar tanto? ¿Por qué no era otro él que se separara del que amaba?

No voy a dar más rodeos y les voy a decir que ya era la hora de la reunión y que estaba más nerviosa que una niña pequeña en el dentista y temblaba más que un flan, pero, de algún modo, me calmaba un poco el saber porque hacía todo esto.
Entraron uno por uno y me dieron muchas ganas de reír a carcajadas.
-¿Cuál es tu idea?- <<.eso es, directo al grano Ryan.>>
Los miré uno por uno y suspiré mientras me apoyaba contra la frialdad de la pared más apartada de la puerta de entrada. Luego, les conté todo mi plan y ninguno dijo nada, solo me miraron atónitos y pude jurar que a April se le caían lágrimas.
-¿Estas loca?- pregunto entre gritos Ryan.
-No y no veo otro modo de hacerlo.
-Pero es un suicidio seguro por tu parte- susurró April limpiándose los ojos con las mangas del chaleco.
-No pasa nada, prometo que no les pasara nada.
-¿No entiendes? Nos preocupamos por ti, no por nosotros.
-Debe haber otro modo- dijo Elisa, aunque no sabía muy bien que hacía ella aquí.
-Elisa tiene razón- dijo Richard- debe haber otro modo.
-¿Por qué?- preguntó Ryan.
-¡Porque es la única puta forma de que salgan de aquí!- grite enojada- Me importa un comino que mierda opinen, está es la única idea que veo ahora y ahora me encantaría que todos se fueran de aquí.
-Stephenie…
-Perdoname Ryan, pero necesito estar sola.
Había sido un encuentro corto, sin contar el largo rato que estuve explicándoles el plan ya que se negaban  comprender con sus estúpidas miradas de confusión. Bufé y estaba a punto de entrar al baño para calmarme cuando me di cuenta de que Peter seguía ahí, mirándome sin expresión como si su mente estuviera a mil kilómetros de aquí, bueno, eso hasta que cambio su inexpresión por la rabia pura.
Me quedé mirándolo escondiendo el miedo bajo una sonrisa falsa.
-Sabes que es lo mejor- dije con calma.
-¡No, no me digas que es lo mejor porque es una gran mentira!- se acercó con los dientes y los puños apretados- ¿En que estabas pensando?
-En salvarlos, diablos Peter, estaba pensando en que no podría vivir si les sucedía algo… si te hacían daño.
-¿Y pensaste que separándote de mi iba a estar bien?
Ahora mi espalda tocaba la pared y él no se detenía. ¿Ya había dicho que estaba asustada? Pues si lo estaba, y mucho pero ahora no me molestaba demostrarle que lo estaba.
-No me importa donde estas, si estas lejos o cerca… solo importa que estés bien.
-Stephenie- dijo tomándome por los hombros- ¿No entiendes que espere demasiado como para volver a dejarte ir?
-Entonces vas a tener que esperar más porque no voy a dejar que te hagan daño por mi culpa- murmuré.
-Stephenie, por favor- suplicó calmándose- no me dejes.
El corazón se me encogió cuando lo vi llorar, era como si me mostraran todas las cosas malas del mundo en una sola imagen aterradora. Di el paso que faltaba para que estuviéramos a unos centímetros y le sequé las lágrimas con los pulgares.
-Te amo Peter y nunca te voy a dejar- dije tomando su rostro entre mis manos- piensa en esto como tomarnos un tiempo- le sonreí.
-No puedo- dijo- déjame quedarme aquí contigo.
-El plan no funcionaria y no quiero que Edmund te haga algo.
-Edmund, Edmund, Edmund… todo se trata sobre él- suspiró.
Si, tenía razón, Edmund se había aferrado a nuestras vidas y no nos dejaba ir.
-Está es la única manera de que te deje en paz.
-Quiero que nos deje en paz, no solo a mí.
Dio dos pasos haciéndome retroceder hasta volver a chocar contra la muralla, pero está vez me acorralo con sus brazos.
-¿Cuándo comenzara tu plan?
-Mañana- solté de golpe.
-Está puede ser nuestra última noche juntos- susurró y me beso.
De algún modo sabía lo que el pensaba, sabía lo que quería y, aunque me daba vergüenza admitirlo, yo había querido lo mismo desde que me habían revelado la verdad de “Summer y Peter” Me abracé a su cuello y me dejé llevar por él.
-Nuestra última noche juntos- murmuró sobre mis labios.
Entonces cerré los ojos y me concentré en Peter.
En ese momento solo estábamos nosotros dos y nadie más.


(…)
Había sacado el pijama del armario y ahora estaba sentada en el escritorio leyendo el diario de mi madre mientras Peter dormía profundamente.
(…)
-¡Peter despierta!- lo sacudí-¡No son zombis, es una maldita enfermedad mental!